
Para esto del Obama ya nos viene Hollywood preparando desde hace tiempo de manera subliminal. No es la primera vez que le dan el papel de los papeles a un negro. Baste recordar a Morgan Freman haciendo de Dios en esa peli de Jim Carrey. A servidora desde entonces le encanta pedirle al Freeman el perdón de mis pecados. Lo veo como más cercano y dado al encuentro furtivo en cualquier parte.
Lo que me extraña es que no hayan elegido presidente al mismísimo Freeman. Ya hubo un actor en la casa blanca y otro es el gobernador de California.
Los argentinos son más proclives a las deidades vivas farloperas de discurso ininteligible y atropellado, claro; como la mayoría son psicólogos o dentistas lo tienen más fácil.
A los españoles no nos gusta poner a comicuchos en las altas esferas. De ser así Chiquito de la Calzada sería un excelente ministro de economía: “la cosa está muy malita”.
Una servidora, de tener que elegir a un Dios vivo, se queda con Pau Gasol, que juega como tal se codea con negros y además es “el altísimo”.
Esto del perdón de los pecados es un agobio. Nunca sabes por donde empezar. Suerte que hay una lista de siete y un asesinato violento para recordar cada uno y de paso pensar en Brad Pitt. Al Pitt le gustan las cosas de siete en siete aunque sean años en el Tibet. Me sorprende que el Freeman no diera antes con el asunto, al menos antes del paquetito final:
-“Es que Kevin Spacey es muy bueno”.
-“¿Mas que Dios?”.
De los pecados que se cometen en Madrid, a servidora la tienen pillada solo tres: pereza, ira, y lujuria pero solo de pensamiento, que es lo peor.
La pereza es el placer de los placeres, el “dolce far niente”, el halago de los sentidos. Domésticamente hablando es incómodo porque a todos nos gusta acostarnos en una cama con las sábanas bien estiradas y comer en platos limpios.
Alguien a quien adoro con toda mi alma me dijo un día que no hay nadie que sea un guarro, excepto los que tienen el síndrome de Diógenes y esos ya no son sucios, sino enfermos. La teoría esgrimida por semejante personaje no tiene desperdicio y nunca mejor dicho:
-“Yo no soy dejada, lo que pasa es que a mi me gusta limpiar cuando esta sucio, que así disfruto más, me siento satisfecha y además se nota”.
-“Si señor, con un par”.
Lo de la ira lo llevo francamente mal. Soy iracunda. Una servidora y España somos así. Cabreaos íntimamente y por sistema. Contra esto es inútil luchar. Es endémico.
La lúdica lujuria ya es otra cuestión. Nos mantiene el circuito activo, la ilusión alerta. Después llega la pereza y “que inventen otros, mañana será otro día, quita, quita”. Y vuelta la ira al trigo.
Es el circulo vicioso menos vicioso que conozco.