martes, 18 de noviembre de 2008

DE CUANDO NOS HALLÁBAMOS EN POSESION DE CARNES PRIETAS


DE CUANDO NOS HALLÁBAMOS EN POSESION DE PRIETAS CARNES

De aquellos años, vienen a mi memoria los primeros días luminosos de la primavera, cuando nos entraba el síndrome del guiri playero y, hiciera o no la temperatura ideal para ponernos de manga y pantalón cortos y despreciando por irrelevante que el termómetro marcara quince grados, el sol se hallara dormido entre nubes y soplara un viento desapacible, salíamos a la calle a lucirnos y de paso a jodernos de frío con mas chulería que dignidad. ¡Que tiempos aquellos!.

Todavía se me eriza el vello de la nuca cuando recuerdo eventos relacionados con la época, con todas las funciones corporales sincronizadas como un reloj suizo de los caros, los caballos del motor todos jóvenes y relinchando con las crines al viento, la sangre entrando y saliendo de la válvula mitral como si llevara toda la vida haciéndolo, con las hormonas llenando de carne y pelos zonas del cuerpo que antes eran inexistentes y lampiñas por ese orden, descubriendo olores nuevos y todos extasiantes y sin consumir estupefaciente alguno. ¡Que cosas, oiga!.

Por fortuna no se envejece de un día para el otro. Es gradual para que vayamos haciéndonos a la idea. La naturaleza es compasiva y con los años nos empeora la visión cercana para que no nos veamos las arrugas, como un fotoshop piadoso. Después nos roba los recuerdos y mas tarde vienen los de la funeraria a llenarnos de algodón los orificios corporales, para que ningún olor nuevo y extasiante venga a llenarnos de nuevo la ilusión pelleja.
¡Que oficios!, ¿verdad usted?.


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