¡REGALEMOSNOS!

A mi ya me fastidia bastante no ser rubia natural. Y no tener diez centímetros más de estatura. Y también me tiene un poco irritada no mostrar blanca y perfectamente alineada dentadura. Y es frustrante que mis pechos no rebosen alegremente la mano que los acaricia.

Pero todo eso no es nada comparado con la decepción que siento cuando pienso que Dickens ya escribió el Cuento de Navidad hace más de cien años, dejando con un pasmo generación tras generación a todo al que intenta hacerse el chanante intentando escribir para la ocasión, algo que se le parezca un poco.

A mi Moby Dick me da lo mismo porque nunca me he propuesto escribir a cerca de cetáceos albinos, pero esto...esto es distinto, esto es una putada.

A mi no se me ocurrirá despertarme un día y decir. “Mira, voy a construir una catedral sin ninguna esquina dedicada a la Sagrada Familia”, pero no miento si digo que llevo una semana intentando meterle mano a mi cuento de navidad. Lo curioso es que todo lo que se me ocurre ya se le ocurrió antes al Dickens y claro...así no se puede.

Así es que, queridos todos, si queréis hacerme el favor y para que no se note demasiado mi falta de inspiración navideña, os invito a leer o releer (táchese lo que no proceda) el “Cuento de Navidad” de Dickens. Pensad que es ahora o nunca, que leído en agosto no es lo mismo, no cala tan hondo y fácilmente podéis pasar por inadaptados o algo peor.

Fíjate si estaré chocha que siento dentro de mi y por primera vez una especie de sensación de que amo a casi todo el mundo. Ya es mucho amar tratándose de mi. Ya es novedad. Debe ser una novedad hormonal. Puede que se lo deba a Dickens y a la magia. Puede que al fin haya aprendido a quererme.

Os deseo que dejéis de putearos tanto a vosotros mismos y empecéis a daros besitos (ya se que hay zonas inaccesibles, lo digo en sentido figurado) y así, a lo mejor, os entran ganas de leer el cuento de navidad de Dickens y empezáis a chochear como una servidora, ¡Sed solidarios, cojones que no cuesta tanto!

Feliz momento!