martes, 21 de octubre de 2008

CON PERMISO DE D. ACISCLO....


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Los pelos. Me refiero a las cabelleras. Las de las mujeres. Los de la cabeza. Todas tienen un melenón de la hostia que brilla más que la calva de Jose Mª Iñigo, Alfonso Arús o ese que siempre sale en la tele contando cosas del asturiano cabezón que está casado con una cantante.
Si brilla mucho es que es liso. Si tiene un brillo moderado y ostenta ondulación parcial con aspecto de haber sido conseguida de forma casual, es que es rizado.
Los pelos de los tíos, por lo que se ve, a los tíos se lo traen al pairo.
Literalmente pasan. Prefieren ver tías con melenones

Y las tías, como lo sabemos (nos bombardean con ello constantemente) andamos desesperadas por conseguir un pelo pantene, un brillo de espejo, un tacto cachemir y una angustia vital que nos deje literalmente calvas de los mismos nervios. Así no vale. No juego. Esto no es ni juego pero si limpio, muy suave, una experiencia sensorial, etc.

Resumiré arengando a la muchedumbre femenina susceptible, que no os rindáis a la manipulación de los trucos de iluminación de la tele. Posiblemente si vuestras maltrechas melenas pasaran por “esas manos expertas” verías realizado vuestro sueño inalcanzable.

Pero no entristezcáis, pensad que ellos sueñan con alcanzar una zanahoria que los mismos colgaron demasiado lejos delante de sus narices, mientras que nosotras, que nos sabemos engañadas y sabemos que nunca tendremos la melena de nuestros sueños, conocemos su manera de dirigir sus debilidades, para responder con la indiferencia. No nos importa que tengáis pelo mientras tengáis cerebro. Las mujeres nos ponemos la zanahoria bastante cerca de las narices. Y parece ser que os sigue gustando.



A los tíos les preocupa el pelo de las tías
A las tías les preocupa el pelo de las tías
A las tías también, además, nos preocupa el pelo de los tíos.
(Que conste)

2 comentarios:

Sergio Báguena dijo...

Que lo sepas e intentaré no sonar grosero, pero aunque suena a obviedad obrera, los hombres cuando ven a una mujer de espaldas miran directamente al culo (trasero, pom-pom, pompis, et...) sin mucho disimulo dado que la dama en cuestión no se puede dar cuenta a no ser que se halle en posesión de un espejo y lo esté utilizando en ese preciso instante. De frente tampoco suelen mirar mucho a los ojos... ¿adivinas?

Anónimo dijo...

como me gusta esa sinceridad tuya...